velocidad del pensamiento. ( ¿A qué velocidad viaja un pensamiento?)


Quizás nunca te lo habías preguntado, pero ¿tienes idea a qué velocidad se produce un pensamiento? ¿Cuánto demoran tus neuronas en funcionar? Bueno, es algo complejo, pero se puede establecer, más o menos, una velocidad promedio.

¿Cómo se puede medir un pensamiento?

Cada persona es diferente y cada persona tiene cientos de tipos de pensamientos diferentes, por lo tanto la primera dificultad a la que nos enfrentamos a la hora de medir un pensamiento es, precisamente, definir qué es un pensamiento, dónde empieza y dónde termina. El método más sencillo, y al que parecen sumarse la mayoría de los científicos, consiste en medir el tiempo entre un estímulo sensorial y una reacción. Así, por ejemplo, se puede medir cuánto tiempo demora una persona en reaccionar cuando percibe algún tipo de peligro.

Definir dónde empieza y dónde termina un pensamiento es difícil, pero más difícil es aún, sino imposible, determinar las etapas intermedias del pensamiento entre el estímulo sensorial y la reacción física. Cuando recibimos un estímulo nuestro cerebro no reacciona automáticamente, existe todo proceso intermedio que incluye, al menos, tres etapas: interpretación del estímulo, toma de decisión, y plan de acción. Es decir que, si bien se puede medir con más o menos precisión cuánto demora una persona en reaccionar, aún no se puede saber a ciencia cierta cómo es cada proceso neuronal exactamente.

Entonces bien, si aceptamos que el tiempo de reacción es un buen indicador de la velocidad de un pensamiento, deberíamos estar en condiciones de saber de qué depende, en definitiva, el tiempo de reacción. Según los científicos existen tres factores neurológicos determinantes del tiempo de reacción ante un estímulo cualquiera: distancia, tipo de neurona y complejidad.

La distancia tiene que ver con qué áreas del cerebro se deben activar, el tipo de neurona importa porque de él depende la facilidad con la que las neuronas se comunican y por último la complejidad hace referencia al tipo en sí mismo de pensamiento (si es deductivo o inductivo, si implica toma de decisiones morales o no, si es necesario hacer asociaciones con otros pensamientos o no, etc).

Entonces, ¿qué tan rápido puede ir?

Para comenzar a responder esta pregunta tomemos prestado el mismo ejemplo de LiveScience. Consideremos un corredor de velocidad en la línea de salida, está claro que el tiempo que debemos medir en este caso es el tiempo que transcurre entre que el corredor oye el disparo de salida y efectivamente comienza a correr.

El proceso comienza con la recepción, percepción e interpretación del sonido, luego sucede la toma de decisión y planeamiento de qué acción física debe realizar, luego la emisión de la orden a los músculos de comenzar a correr, y finalmente la reacción de los músculos. Todo este proceso tan complejo que implica la comunicación de células nerviosas diferentes, centrales y periféricas, sucede increíblemente rápido: en la mitad del tiempo que toma un pestañeo.


Claro que cada persona es diferente, y un corredor profesional, como el del ejemplo, tiene un menor tiempo de reacción que el resto de las personas ya que su cerebro está más entrenado y «sabe» de antemano lo que tiene que hacer en cada etapa. De todos modos, en un amateur, por más que el proceso sea diferente, es igual de increíblemente rápido. Y he allí lo fantástico de nuestro cerebro, es capaz de recibir, procesar e interpretar estímulos tan rápido que la toma de decisiones y la ejecución de las acciones complejas se puede producir en infinitésimas de segundo.

Además de los factores neurológicos de los que hablamos anteriormente, también están en juego otro tipo de factores como, en el caso de un corredor, su capacidad auditiva para percibir el disparo, su estado de salud y la fuerza de sus músculos, entre otros. Si la percepción de un sonido y la ejecución de una acción que requiere un gran nivel de energía lleva tan poco tiempo (la mitad de que demoras en pestañear una vez) imagínate lo rápido que va un pensamiento más sencillo, como, solo por poner un ejemplo, cerrar los ojos cuando una luz te encandila, o responder cuando alguien te llama. Eso son acciones que parecen automáticas, pero no lo son, aunque no nos demos cuenta son procesos relativamente complejos que se producen ante cada tipo de estímulo cerebral.

Considerar otros tipos de pensamientos, en los que el «inicio» y el «final» no están tan claros es mucho más complejo. Por ejemplo, imagínate resolviendo un problema de matemática, allí conviven diferentes pensamientos «independientes» que convergen en una solución, mas no es claro cómo delimitar y medir cada uno de ellos. Sin duda, estos pensamientos mucho más complejos llevan mucho más tiempo, pero aún no existe una forma inequívoca de medirlo.


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